El trabajo tiene por origen al texto “Ganar la calle, Perder la República” (La Nación 19/05/2010) aborda el acto organizado, en apoyo y adhesión al Gobierno Nacional y a las figuras políticas de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, por el Movimiento Evita el día 22 de Marzo en el estadio de Ferrocarril Oeste.
Intentaré que la siguiente exposición evite reducirse a un análisis de discurso, o a un estudio acerca de las intensiones políticas de los medios de comunicación. Por cierto es inevitable atender, que forma parte del contexto social de producción de este trabajo, la intensa discusión pública acerca de la responsabilidad de los medios de comunicación en la construcción de la representación política y la democracia, a partir de la implementación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Este trabajo entonces, intentará cuestionar la figuración del concepto de república y de la política de esta nota editorial, que presupone, una valoración restringida de los canales de ejercicio de la práctica política, y una definición agregativa y no conflictiva de las demandas de los diferentes sectores sociales, y plantearé que los efectos de esta concepción erosionan la representación política y el sistema democrático, a la luz del proceso democrático iniciada en 1983, la crisis del 2001, y la experiencia kirchnerista.
La nota periodística plantea que en su primer párrafo que “la concentración (movilización de personas a un acto), igual que el propósito que se manifiesta a través de ella entraña una concepción autoritaria de la política, una estrategia retrógrada de desarrollo social y una manipulación de los recursos del Estado para satisfacer objetivos de facción”. A continuación plantea: “aunque no ha sido exclusiva del kirchnerismo a lo largo de la historia, la movilización de personas para expresar su adhesión a una administración es un rasgo inconfundible de todos los autoritarismos”. En el tercer párrafo agrega “Esta liturgia impugnó con frecuencia la organización republicana, que se caracteriza por la limitación y despersonalización del poder”
Antes que nada vale la pena destacar, el carácter universal de las proposiciones anteriormente presentadas, y asimismo, la coherencia lógica y filosófica del cuerpo de la nota.
I. El concepto de República entre dos tradiciones.
Hobbes y cómo los Lobos se convierten en gatitos disciplinados.
La filosofía hobbsiana – el liberalismo autoritario - justifica la existencia del Estado, como garantía para eliminar el conflicto social de la política doméstica. En este sentido para Hobbes, el Estado no es el resultado del desarrollo de una supuesta y originaria “naturaliza política del hombre (el zoon politikon de Aristóteles) sino que consiste en un producto artificial, que resulta necesario dada la naturaleza belicosa del hombre. En este sentido la institucionalización del monopolio de la fuerza coercitiva en manos del Leviatan, resuelve la constitución de la república, como garante del orden.
En el “Estado de naturaleza” de Hobbes (en tanto presupuesto teórico y no ontológico) cada persona busca su propio interés, este interés es insaciable, y como no tiene límites nos lleva a una situación de conflicto, de guerra, de todos contra todos. El acto instituyente del Estado (“Sin la espada los pactos no son sino palabras y carecen de fuerza para asegurar en absoluto a un hombre” - Leviatán, pag. 163- ) resuelve la continua “guerra del hombre contra el hombre”, en tanto que el Leviatán monopoliza el uso de la fuerza, y elimina de la esfera pública-nacional el conflicto social. Es decir, que una vez instituida la república, los hombres resuelven alienarse de su propia violencia física, y la ley positiva es inventada para resolver los criterios de lo justo y lo injusto.
De acuerdo con Hobbes, mientras que el miedo al miedo instituye la relación soberano – súbdito, y la sociabilidad entre los hombres es garantizada por la Ley, la política pasa a pertenecer exclusivamente a la acción del soberano. La dinámica de la conflictividad social es reabsorbida por un Estado absoluto que garantiza a cambio la vida de los súbditos. El nivel de la decisión individual se organiza en forma común, como consecuencia del pacto que instituye la república "suma de las voluntades individuales libres que deciden actuar para adquirir ventajas comunes".
Virtud y República en Maquiavelo.
En los “Discursos sobre Tito Livio”, Maquiavelo le otorga a la canalización institucional del conflicto, que es ineludible entre los “Grandi” y el pueblo mucha relevancia. La república más estable será aquella que logre dar una expresión institucional al conflicto, aquella que logre canalizar el conflicto de manera pública a fin de evitar el accionar faccioso, contrario a la vida en común, de los ciudadanos descontentos.
Dejaba entrever una postura de tipo más universal: la división es consustancial con la república, y sobre la tramitación adecuada de esta división se asienta la libertad. “en toda República hay dos espíritus contrapuestos, el de los grandes y el del pueblo, y todas las leyes que se hacen en pro de la libertad nacen de la desunión de ambos”,
Por otra parte, parecería que la obra de Maquiavelo nos diría que hay ocasiones en que la República no es posible. El Príncipe virtuoso -es decir, el príncipe que sepa leer las claves que la historia nos brinda para descubrir las condiciones de estabilidad de un régimen político, y que sepa hacer gala de audacia y coraje para aprovechar la ocasión que le da la fortuna-, sabrá que hay ocasiones en que la república no es posible, circunstancias en que el equilibrio entre el pueblo y los grandi no puede hacerse descansar en las instituciones. El sentido práctico de su discurso aparece entonces, en su obra “El Príncipe”, donde parece alentar al pueblo Italiano a postergar las demandas de una república democrática a condición constituir la unidad nacional, sobre la base de la capacidad de acción, de decisión, de poder de un Fundador. Este deberá ser capaz por su virtù de establecer instituciones duraderas, que serán tanto más duraderas cuanto más logren inspirarse en las condiciones de estabilidad óptima que ofrece la República, que serán tanto más duraderas cuanto más logren imitar a través de la fuerza virtuosa del Príncipe, el efecto de las leyes y las instituciones de la República.
La práctica política es colectiva en Maquiavelo, dado que busca en el pueblo el sujeto social que exprese El Príncipe. Este debe actuar sobre un pueblo disperso y pulverizado para suscitar y organizar su voluntad colectiva. La tarea que le encarga al Príncipe es constituir el sujeto colectivo capaz de constituir la unidad nacional, y sacar a Italia del retrazo.
Tradiciones filosóficas opuestas y el origen del orden.
Como fue planteado al inicio de este documento, creemos que la construcción simbólica en torno al concepto de república y de acción política de la nota editorial “Ganar la calle, perder la república” encuadra en una concepción del “liberalismo autoritario” , ideología dominante entre importantes facciones del bloque de poder en la argentino y en América Latina, cuyos rasgos fundamentales podemos hallar en la obra de Hobbes. El concepto “liberalismo autoritario” acuñado por Gonzalez Casanova para caracterizar a la derecha española, resulta también para analizar esta nota. Por cierto, el liberalismo autoritario es una forma de liberalismo que consiste en una forma agudizada de liberalismo económico donde las libertades políticas son consideradas de segundo orden frente a las necesidades del mercado. El orden en una economía capitalista de mercado se asienta por encima del orden político democrático. Para ello, y no ocasionalmente, es necesario un Estado que con violencia impida el acceso de las mayorías a las decisiones. En el caso argentino figuras como Mariano Grondona, o Marcos Aguinis, ambos periodistas del diario La Nación, quienes apoyaron las dictaduras militares en América Latina, y coincidieron en los años `90 también con la implementación del neoliberalismo y la reforma del Estado, expresan esta tradición.
Creemos que existen fuertes lazos de coincidencia ideológica y política entre los planteos hobbsianos, acerca de la institución del Leviatán y los modelos burocráticos autoritarios que rigieron la vida política de Latinoamérica en la segunda mitad de los años `70 y principios de los `80. Asimismo hay coincidencia entre esta tradición y la implementación del neoliberalismo. Según Hobbes, la política se reduce a la acción del soberano y la conflictividad social es reabsorbida por la acción del Estado. En este marco no existe lugar para la movilización social de organizaciones sociales que expresen sus intereses, o que al menos que términos políticos organizan sectores populares. Paradójicamente esta última dinámica, es planteada por la nota editorial como expresión de autoritarismo político.
Opuestamente, la obra de Maquiavelo plantea que “La división social es propia del orden político, por lo menos en lo que respecta a Roma. Esa división social no sólo la ha conducido a darse leyes favorables a la libertad sino que es considerada como la causa principal de la libertad de Roma”. La república en Maquiavelo expresa la forma ideal de la representación política, en tanto, que habilita canales para la resolución de los conflictos entre grupos diferenciados, y la política se manifiesta como agonal en tanto que como el pueblo por el solo deseo de no ser dominado, tiene mayor voluntad de vivir libre.
II. Pensando la República y la Política a la luz
de la experiencia Argentina
La “valorización financiera” y el fin de la historia.
El siguiente apartado abordará el período temporal comprendido entre los años 1987-88 y 2001-2002.
“Desde mediados de 1987, el diagnóstico oficial acerca de las dificultades que enfrenta la economía argentina cambia drásticamente (Eduardo Basualdo, pág. 49). Las crisis hiperinflacionarias de 1988 y 1989 van a generar las condiciones políticas para resolver el empate entre las facciones del bloque hegemónico, en favor de los acreedores de deuda externa - particularmente los bancos- y asimismo buscarán aleccionar a la clase trabajadora.
Luego, una batería de medidas económicas (Ley de emergencia económica, ley de reforma del Estado, la reforma tributaria, y el plan de convertibilidad), acompañadas por el disciplinamiento y la homogeneización del sistema político, se logra implementar la “reforma del Estado”. Esta implicó la transferencia de activos del Estado al sector privado – particularmente a aquellos que detentaban títulos de deuda pública – por medio de la privatización de empresas y otros activos del Estado; la desregulación de la economía y finalmente previo trabajo de los intelectuales orgánicos la concepción acerca de la “crisis terminal del Estado de Bienestar”, al catalogarlo como “políticamente corrupto, socialmente inequitativo, y económicamente ineficiente” (Cecilia Nahón, 2008), que cristalizó una nueva interpretación acerca de la intervención estatal, en tanto que esta “entorpece el libre funcionamiento de las fuerzas del mercado” y por lo tanto “no permite que aumente la productividad del país” (Cecilia Nahón, 2008) generando pobreza.
Para la implementación de la “reforma del Estado”, era necesaria la organización de un sistema de partidos signado por un bipartidismo homogéneo. El PJ y la UCR, debían “perder su identidad específica, cortando las amarras que los vinculaban con los intereses de su base social y de su pasado histórico” (Eduardo Basualdo, 2000).
La creciente desideologización de las estructuras partidarias e indiferenciación de las propuestas políticas, han hecho decaer “las oposiciones políticas de fondo”, en tanto que modelo social y económico no es cuestionado por ninguna de las fuerzas. “El modelo deliberativo se trata de concepciones post-políticas, ya que no se reconoce en ninguno de esos modelos ni el carácter inerradicable del antagonismo, ni el hecho de que lo específico de lo político es justamente el conflicto” (Chantal Mouffe, 2001)
Los gobiernos neoliberales del PJ y la UCR coincidieron también en las estrategias de adhesión política y construcción de los recursos discursivos. En este sentido la reaparición -tras la excepcionalidad de Alfonsín- del discurso de los tecnócratas como expresión garante del conocimiento técnico y la eficacia en la gestión de lo dado, apelando al lenguaje económico ortodoxo. Los medios masivos de comunicación, cuyas reglas temporales y requerimientos técnicos condicionan a las representantes, pasan a representar el ágora de debate.
En este contexto donde existe “un consenso hegemónico” (Chantal Mouffe, 2001), y el oponente ya no es visto como un enemigo sino simplemente como un competidor, y mientras que la lucha política pasa a ser concebida bajo el modelo liberal, - competición de un pluralismo de intereses - aparece primero la volatilidad del votante, ya que “los votantes juzgan que poco es lo que esta en juego”.
A pesar de la creciente inestabilidad del sistema, que generaba altos niveles de deslegitimación social, la homogeneización bipartidista había sido exitosa en garantizar la estabilidad del régimen de acuerdo a las necesidades del bloque hegemónico.
… para darte cuenta te digo no hay que ser muy pillo…
La recesión económica en la cual había entrado argentina en 1998, se convirtió en el año 2001 en una auténtica depresión. Un combo explosivo que condensó factores externos (crisis cambiaria rusa, devaluación del real brasilero, y crisis financiera en el conjunto de los países dependientes); y factores internos (aumentos impositivos que desinflaron la economía, reducción del gasto público, vencimiento de pagos de deuda externa) que desalentaron el crecimiento en el sector privado, fuente de recaudación de impuestos. Nuevos errores garrafales en la política impositiva y monetaria empeoran las cosas en el año 2001. La vuelta a una economía en retroceso condujo a problemas políticos en los años 2000 y 2001. El 18 de marzo de 2001, en protesta a la propuesta de recorte de gastos, renunciaron algunos ministros del partido político Frepaso, dejando el gabinete de coalición de De la Rúa. Estas renuncias marcaron el principio de la verdadera fase de crisis en los problemas económicos argentinos. El apoyo a De la Rúa en el Congreso se vio debilitado. Finalmente las movilizaciones de los días 18,19, y 20 de diciembre condujeron a la renuncia de presiente de la nación.
La movilizaciones en contra de la política económica del gobierno develó el agotamiento del sistema de representación política. El “que se vayan todos” fue una consigna nacional, que contenía multiples dimensiones, y en particular “la idea de trascendencia política” contenida en la idea de representación.
“Todos los cambios a nivel del formato de representación están, ciertamente emparentados con las mutaciones estructurales que han sufrido las sociedades contemporáneas (sociedades postindustriales, postsalariales, y posterior en todo caso a las mutaciones producidas por las reformas neoliberales), que las han conducido a una creciente fragmentación, desintegración y des-solidarización. Puede hablarse, tal como lo hacen Fitoussi y Rosanvallon de sociedades opacas, carentes de principio de orden, que no pueden brindar las claves de su propia autocomprensión… en el caso de la Argentina, el “pueblo peronista perdió la consistencia de antaño luego de que la dictadura instalada en 1976 reemplazara la Industrialización por sustitución de importaciones (ISI) por un esquema de valorización financiera, modificando profundamente la estructura social, diezmando la base social del justicialismo” (Inés Pousadela, 2003)
El modelo neoliberal, implicó también la clausura de los canales de la movilización, participación política, e incorporación de demandas diferenciadas. “La clase política” había garantizado el orden y las reformas estructurales sobre la base de la violencia efectiva del estado, y la marginación de amplios sectores de la ciudadanía. La república inspirada en el “liberalismo autoritario”, requería la indiferenciación política de peronistas y radicales, bajo un discurso antiestatal – pro mercado, y erosionando la representación política.
Oportunidad histórica para repensar la República
La asunción de Eduardo Duhalde en enero del 2002 a cargo del gobierno de transición, tenia como tarea generar las condiciones para las elecciones de 2003, y expresó en relación a las facciones del bloque hegemónico, la recomposición política de “grupos locales, y algunos conglomerados extranjeros. La devaluación, la derogación de la Ley de Convertibilidad, la pesificación asimétrica, la emisión de bonos de deuda, y la recomposición progresiva de algunos sectores productivos develan la nueva correlación de fuerzas entre las facciones de la burguesía. Este nuevo escenario afecta también, dentro del peronismo al “empate” que sostenían los menemistas y los duahaldistas a favor de los segundos. El candidato justicialista acompañado por el senador y el titular provisional del ejecutivo, logró imponerse en las elecciones del año 2003, tras la renuncia de Carlos Menem a participar de la segunda vuelta con sólo un 22% de los votos. Irresuelta la interna del partido justicialista, y en plena descomposición política de la UCR, el gobierno de Nestor Kirchner asume con una gran debilidad en términos de representación electoral, y casi nula representación en el parlamento nacional.
El nuevo ciclo económico provee los instrumentos para la fortalecer la regulación política del los mercados, en este sentido, la renegociación del canje de deuda en 2005, termina por fortalecer al gobierno nacional en relación al bloque económico y político que había implementado el esquema de valorización financiera de la etapa anterior. El fortalecimiento del MERCOSUR, acompaña las demandas de la facción “industrialista” de la burguesía nacional.
La recomposición económica favorece a la figura presidencial, y a partir de ella el conjunto del sistema político. El Kirchnerismo va a consolidar mayorías parlamentarias en las elecciones del 2005, donde apelará a la construcción del clivaje político: pasado neoliberal o desarrollo nacional, y la organización de la “transversalidad”, que incorpora partidos de centroizquierda y movimientos sociales para enfrentar al PJ y al Duhaldismo en la provincia de Buenos Aires (en la llamada “Madre de todas las batallas”). Definir el campo de intervención política y el enemigo político, le permite al “agresivo” discurso Kirchnerista, hegemonizar el escenario político nacional.
Como hemos enunciado anteriormente, este modelo de conducción rehabilita el antagonismo y el conflicto de intereses. El Kirchnerismo - en el clivaje pasado neoliberal o desarrollo nacional- intenta recomponer al pueblo como “sujeto colectivo”, “define de modo conflictivo, antagónico, por referencia y por oposición a otro: a un enemigo – la oligarquía, los cipayos- y se le ha dicho a menudo como crítica que Kirchner reintroduce un lenguaje belicoso, agresivo, poco contemporizador. Por otro lado, un pensamiento que, bajo esa misma categoría de “pueblo” es acusado también de disimular o invisibilizar divisiones o conflictos que otro tipo de pensamiento pondría en cambio en primer lugar, prefiriendo una mirada mas organicista, ordenadora y calma sobre la naturaleza del cuerpo social. El populismo, en efecto, contiene en su seno esta doble dimensión: es conflicto y orden, señalamiento de un límite, de una frontera y vocación hegemónica mas acá de esa frontera (Eduardo Rinesi, Gabriel Nordacchiore y Gabril Vomaro, 2007)
Esta afirmación nos permite repensar los gobiernos Kirchneristas a la luz de una matriz de republica maquiavelica.
Las coincidencias entre la República de Maquiavelo, y el populismo Kirchnerista, se sitúan en el reconocimiento del conflicto social como específico de la política. Es en marco de las instituciones de la república que el Kirchnerismo construye el campo hegemónico a partir del cual define el enemigo, y habilita el espacio para la política. La vocación hegemónica del Kirchnerismo implica la movilización de personas y también la personalización de la política - “El antipersonalismo ha sido una línea de apelación a la derecha. Fue la línea que se opuso a Yrigoyen y a Perón. Hay una tradición por la cual el antipersonalismo y el antipopulismo son las formas a través de las cuales la derecha se va consolidando” (Laclau, 2010)- . Este modelo de república supone que el “conflicto antagónico no tiene posibilidad de solución racional (Chantal Mouffe 2001)”, las hegemonías se imponen como resultado de la correlación de fuerzas.
En este trabajo he intentado abordar la necesaria reconceptualización de la república y la política, para la consolidación de una democracia, que legitime la dinámica del conflicto social. El agotamiento del registro liberal autoritario, cuyos rasgos fundamentales encontramos en la filosofía hobbsiana, y que se implementó a lo largo del neoliberalismo, tuvo como consecuencia la crisis de representación política mas importante del S. XX. Kirchnerismo es un proceso abierto, donde reaparece el pueblo como sujeto social, y junto con él un principio ordenador de la representación política.
Bibliografía
- ¿Crisis o metamorfosis? Aventuras y desventuras de la representación en la Argentina. (1083-2003). Inés M Pousadela.
- ¿El fin de la república de derecho divino?. Schnaper.
- El Consenso conflictual. Chantal Mouffe.
- Los huerfanos de la política de partidos. J. C. Torre.
- Continuidades y discontinuidades tras el derrumbe político. Marcos Novaro.
- Maquiavelo y nosotros. Tony Negri
- Sistema Político y modelos de acumulación. Eduardo Basualdo.
- Leviatan. Thommas Hobbes.
- El Principe. Maquiavelo
- Ganar la Calle, perder la república. Editorial Diario La Nación.
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